Cuando estudiaba interiorismo, recuerdo que nos repetían constantemente que no debíamos vender productos, sino vender experiencias. Y muchas de estas experiencias que debíamos aprender a diseñar, tenían que ver con el sentido del gusto.
La experiencia de un interior, tiene que ver con sorprender al expectador, crear una sensación nueva y apetecible.
Por ese motivo hoy en día se exhiben pasteles como si fueran joyas ó incluso con incrustaciones de ellas como las tartas nupciales de la imagen inferior.
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